martes, 11 de noviembre de 2025

AL SERVICIO DE LOS DEMÁS

Lc 17, 7-10

    Caminaba ufano, henchido de orgullo. Se consideraba un señor con derecho a mandar a diestra y siniestra todo lo que deseaba.
     Y, por supuesto, esperaba ser servido.
 
  Un día —Paulino— recibió la invitación de un gran hacendado para visitar sus tierras. Enterado de su prestigio y fama, quiso conocerlo y, de paso, medir fuerzas con él, pues también era un hombre de poder.
 
    Llegó el día acordado. Paulino fue recibido con honores y su ego se llenó de gozo. Estaba convencido de que su reputación merecía tales elogios.
 
    —Bienvenido a mis tierras, señor —dijo el anfitrión—. Admiro mucho su manera de administrar.
    —Muchas gracias —respondió Paulino, sonriente.
    —Le hemos recibido tal como se merece. Su fama lo exige.
 
    Paulino volvió a agradecer, complacido.

   Conversaron largo rato, compartiendo experiencias sobre la administración y el trato con sus subordinados. Todo iba bien, hasta que el hacendado introdujo un nuevo enfoque.
 
  —A veces —dijo el señor— me pregunto por qué tendría yo que agradecerles a mis empleados que hagan lo que les mando.
 
    Levantó los ojos, miró a Paulino con suavidad y añadió:
    —¿No es eso lo que deben hacer?
 
    Paulino frunció el ceño, sorprendido.
    —Pero reciben un salario —respondió.
   —De acuerdo —contestó el señor—, pero ¿acaso no estoy yo en la misma situación con quien está por encima de mí?
 
    Paulino quedó desconcertado.
    —¿De dónde saca usted ese razonamiento?
 
    El hacendado tomó un pequeño libro y leyó:
   —Lucas 17, 7-10: «¿Quién de ustedes, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás tú”? ¿Acaso tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?».
 
    Cerró el libro y concluyó:
   —Lo mismo ustedes: cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
 
    Paulino bajó la mirada.
    Por primera vez entendió que no era el centro de nada.
    Era simplemente un siervo… alguien que hace lo que debe hacer.