Todos buscamos algo común tan común que nos parece ya corriente y sin  mucho valor, pero que es lo más importante de nuestra vida. Porque,  todos, queremos ser felices, y esa felicidad la buscamos por todos los  rincones y lugares, pero probablemente muy poco donde debemos buscarla y  donde se encuentra.
Ser feliz para siempre y  plenamente es lo normal, lo natural, porque Quien nos ha creado nos ha  hecho para alcanzar la plenitud eterna. Sin embargo, ser feliz de  cualquier manera y sin la plenitud y solo por espacios temporales se ha  convertido en lo corriente, en lo que buscan muchos que lo quieren  convertir en lo normal. 
Porque una cosa es lo normal y  otra lo corriente, que porque lo hagan muchos no significa que sea  normal y lo que se debe hacer. Por eso, lo normal es luchar y esforzarse  en ser santo, como dice Xhonanes Olivas, porque estamos hechos para  eso. Para alcanzar la felicidad que todos buscamos, no por un corto o  breve tiempo, sino para SIEMPRE, plenamente gozoso y eterno.
Y  ser santo no es otra cosa que descubrirlo e intentar serlo. No hay que  hacer más, porque Quien nos hizo, nos hizo para eso. Y si nos hizo para  eso nos dará lo necesario para poder serlo. Por lo tanto, quererlo,  porque ya, por su Gracia, lo somos. Sólo necesitamos poner nuestra  voluntad y libertad, que nos la ha regalado para disponerla a nuestro  antojo y decisión, a su Voluntad y en sus Manos.
Por  todo ello, yo diría, por la Gracia del ESPÍRITU SANTO, que ser santo es  dejarse conducir por el ESPÍRITU SANTO, y todo se hará según lo disponga  el SEÑOR. Hay una referencia clara, por encima de todos menos de JESÚS,  María, mañana precisamente celebramos su Asunción a los cielos. ¿Qué  hizo María? Dejar que la Voluntad del ESPÍRITU SANTO actuara sobre ella,  y disponer su corazón a ser la esclava del SEÑOR.
¿Podemos  hacer nosotros eso? Ese es nuestro esfuerzo, ponernos en Manos del  ESPÍRITU para que modele nuestro corazón de hombre viejo en un corazón  de hombre nuevo y podamos llegar a ser santo. Para ello empecemos por  pedírselo insistentemente, como ayer lo hacía la Cananea. Y confiemos en  ÉL.
Danos SEÑOR un corazón humilde y confiado
para saber esperar y guardar todas
las cosas que se presentan en
nuestra vida en la 
esperanza de
que en JESÚS estamos salvados. Amén.
