Todo niño está necesitado de un padre y una madre. Diríamos que el perfil de cualquier niño es la de necesitar una familia, un espacio donde recibir el calor de unos padres que te protegen, te cuidan y te educan. Es evidente que el niño – cualquier persona, pero más evidente en el niño – necesita amor. Un amor que le acoja, le comprenda, le acompañe, le proteja y eduque.
Sin lugar a duda, el niño experimenta la necesidad de un Dios, Espíritu – es Padre y Madre – que le ame, le cuide y le proteja en su vida. Por eso, el niño está siempre abierto, disponible y necesitado del Amor de Padre Dios. En la época de Jesús, el niño era el último de la fila, sin derechos de ninguna clase. Hoy también pasa lo mismo en muchos lugares del planeta. Hay muchos niños que son explotados, violados, secuestrados, instruidos militarmente, sin familias…etc. Indudablemente, necesitados de un padre y una madre. Indudablemente, están abiertos al Amor de Dios Padre.
Los niños son los pobres y más indefensos y, por tanto, los preferidos de Dios. Ser como niño es el camino para llegar al reino de Dios. Ser como niño, que significa ser último, ser limpio e inocente y confiado, ser necesitado de amor y protección, experimentarse pobre y pequeño y, en consecuencia, abierto a la Palabra de Dios, a un Padre Bueno, que nos acoja, nos quiera y nos de esa felicidad que todos ansiamos y buscamos desde nuestra niñez.
Tener ese espíritu, como si de un niño se tratara es la condición que Jesús pone hoy en el Evangelio: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él».