lunes, 10 de marzo de 2025

COMPASIÓN Y TERNURA

A la hora del camino tomamos el atajo más cómodo y quizás más corto. Corto en el tiempo y en la maduración. Me explico, cuando nos planteamos nuestra propia conversión nos centramos en los cumplimientos: ir a misa, al menos sin falta los domingos, quienes pueden más días; frecuentamos el sacramento de la reconciliación y participamos en todos los actos piadosos y reuniones de grupos, de liturgia o de espiritualidad que podamos.

Por otro lado, si hemos iniciado nuestra conversión tras asistir a unos ejercicios espirituales o cursillos de los que nos propone la Iglesia, nos mostramos muy piadosos y cumplidores. Y todo eso está muy bien, pero no es de lo que se trata, porque lo único y verdaderamente importante es encontrarte con el Señor, y a través de ese encuentro situarlo en el centro de tu vida. Luego, todo lo demás serán medios y herramientas para que tu relación con Él sea íntima y perseverante.

Sucede que cuando eso no es así, no tiene ese recorrido, todos nuestros actos de piedad y cumplimientos terminan por debilitarse y, finalmente, desaparecer. Si el Señor no es mi apoyo, mi sostén, mi roca y fundamento, los cumplimientos desaparecen como por encanto de magia. Y la sorpresa es de la que habla el Evangelio de hoy.  Para los que gratamente han caminado injertados en el Señor y reconociendo en el débil y necesitado el Rostro del Señor, la sorpresa será grata y maravillosa; pero, para los que han confundido su relación con el Señor en base a actos y cumplimientos, la sorpresa será horrible y nefanda.

Conclusión: lo verdaderamente importante es ser compasivo con todos aquellos que necesitan de nuestra compañía y servicio, porque en eso consiste el amor. Y nuestro amor al Señor sólo lo podremos demostrar de esa forma, amando al pobre y necesitado. Es ahí donde nuestra compasión y ternura debe ser probada y realizada, lo demás, necesario para sostenernos y acrecentar nuestra relación con el Señor, son simplemente medios que nos sirven para eso, precisamente, para relacionarnos con el Señor y recibir de Él la Gracia para ser compasivo y misericordioso con los demás, sobre todo con los necesitados.