domingo, 3 de noviembre de 2019

¿TAMBIÉN TÚ QUIERES VER A JESÚS?

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Lc 19,1-10
Se necesita tener sed y hambre tanto para desear beber como comer. Sabemos que una persona inapetente deja de comer y hasta puede deshidratarse. Y le costará mucho sentir deseos de comer. Es una enfermedad peligrosa. De la misma forma nos puede valer el ejemplo para significar y descubrir que necesitamos despertar nuestra curiosidad e inquietud de y para conocer a Jesús. Hace falta una actitud de búsqueda que arda en deseos de encontrarme con Jesús.

El Evangelio de hoy Jesús se encuentra con Zaqueo, un hombre que habiendo oído hablar de Jesús quiere conocerlo. Un hombre con mala fama por su profesión de recaudador y por, aprovechándose de su situación privilegiada, quedarse con dinero que no le pertenece. Desde este panorama de su vida, Zaqueo se mueve, está inquieto por las palabras que oye que dice Jesús, y busca la forma de verle y conocerle. Y se activa para, sabiendo que va a pasar por aquel lugar, situarse en una situación que le permita verle bien. Su pequeña estatura le incita a subirse a un sicómoro para no perderse su paso por aquel lugar de Jericó.

También tú y yo hayamos oído hablar de Jesús, pero igual no nos hemos preocupado más, ni siquiera hayamos intentando buscarle y encontrarlo con Él. O lo que es peor, hayamos parado nuestra búsqueda porque hemos dado por hecho que ya le hemos encontrado. Y nos hemos relajados, instalados y acomodados a una manera de vivir que nos parece correcta. ¿Estaremos equivocándonos? 

Sabemos el resultado de lo que le sucedió e hizo Zaqueo al pasar Jesús un tiempo en su casa, pero no sabemos qué sucedió en cuanto a la conversación de Jesús con Zaqueo. Suponemos que tuvo que ser algo tan maravilloso que transformo y cambió su corazón. ¿No sientes tú también deseos de encontrarte con Jesús y dejar que te transforme y cambie tu corazón? Supongo y me atrevo a creer que todos desearíamos tener la fortaleza, la voluntad y el convencimiento como Zaqueo de renacer a un corazón nuevo, humilde, bueno, generoso, desapegado, justo y lleno de amor y misericordia. Un corazón como el de Jesús.