jueves, 9 de junio de 2022

NUESTRA FUERZA SE APOYA EN JESÚS, EL SEÑOR. ES ÉL QUIEN NOS SALVA

Jn, 17, 1-2. 9. 14-26

Es verdad que no nos damos cuenta del Tesoro que tenemos escondido en nuestro corazón. Y permanece escondido porque no advertimos que todo lo que deseamos está contenido en él. Nuestra felicidad y nuestra eternidad están en él. Dentro de nuestro corazón permanece paciente y eternamente misericordioso el Amor de Dios. Un Amor que nos defiende, nos protege, nos acompaña y nos quiere con locura a pesar de nuestras infidelidades, pecados e indiferencias.

Jesús, el Señor, levanta los ojos al Cielo y pide al Padre por nosotros: (Jn 17, 1-2. 9. 14-26) «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti y, por el poder que Tú le has dado sobre toda carne, dé la Vida Eterna a todos los que Tú le has dado. Te ruego por ellos…

Manuel se quedó pensativo y dejando que su mente se activara, pensó: «Se hace difícil caminar por este mundo lleno de peligros, tentaciones y seducciones, pero, no podemos olvidar que Jesús hizo éste mismo recorrido y, en y con el Espíritu Santo, superó todos esas dificultades y peligros. También tenemos nosotros ese mismo Espíritu Santo y la oración constante de nuestro Señor que intercede por nosotros al Padre. En Él podemos superar todos los obstáculos del camino».

Mirando a su amigo Pedro de forma complacida y gozosa dijo: —Creo —Pedro— que permaneciendo en el Señor y fiel al Espíritu Santo, que ha bajado a nosotros en la hora de nuestro bautismo, estamos seguros y firmes ante los peligros mundo, demonio y carne. ¿No te parece?

—Pienso lo mismo —dijo Pedro— asintiendo de forma convencida y firme, pero, nunca podemos bajar los brazos. Nuestra naturaleza, herida por el pecado, es débil y necesita estar unida y firme en el Espíritu Santo.

—Hoy nos lo dice Jesús —dijo Manuel—. Él es el primero que pide al Padre por todos nosotros. Sabe de la necesidad que tenemos de orar y de perseverar. La lucha contra el mundo, demonio y carne es constante y dura, y necesitamos estar fortalecido en la frecuencia de la Eucaristía y en la Reconciliación, sacramentos que nos dan fortaleza y la Gracia de sostenernos firmes en la Palabra y Voluntad del Padre.

Ambos amigos se dieron la mano y se complacieron en saber que Jesús está presente en ellos. Tomaron conciencia que el Espíritu Santo camina, desde el día de sus bautizos, con ellos y les fortalece en la lucha de cada día contra las tentaciones que el mundo les presenta. Saben que no son del mundo y que Jesús pide y está con ellos.