Es notorio que hay
muchas injusticias y, en consecuencia, muchos impuestos que quizás no son justos,
o peor, incluso son mal distribuidos y aplicados al bien de los ciudadanos. Frecuentemente
nos quejamos de tantas cargas fiscales e impuestos. Esta pasaje evangélico de
la vida de Jesús nos habla de esos impuestos que también existían en su época.
Tributos que, justos o injustos, los ciudadanos de su época tenían que saldar
obligatoriamente.
Jesús plantea ese
problema al conversar con Pedro: (Mt 17,22-27): En
aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al
tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho.
Cuando entraron en
Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No
paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se
anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de
quién cobran tasas o tributo, de …
Hoy, parece que
fue ayer lo sucedido en tiempo de Jesús, tenemos la misma situación: Viendo los
dispendios y disparate cómo y dónde se gasta el dinero nuestros políticos, ¿es
lícito pagar los ingentes impuestos con los que nos cargan nuestros
gobernantes? Posiblemente Jesús nos ha señalado el camino a actuar, pero quizás
eso no elude el que dentro de lo legislado y constitucional hagamos las
advertencias que creemos lícitas y justas.
Eso sí, pidamos siempre luz al Espíritu Santo para que nuestra manera de actuar sea siempre cumplidora, obediente, legal y dentro de lo legalmente estipulado.Y levantemos nuestra mirada para sostener en nuestros corazones que Jesús Resucitó, tal como dijo, al tercer día. Eso da sentido y compromiso a todo lo demás.