domingo, 5 de mayo de 2019

APARTADOS DEL SEÑOR NOS ENGULLE EL MUNDO

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Jn 21,1-19
A pesar de las apariciones del Señor, los apóstoles no reaccionan. Están desolados y desorientados. Quieren volver a su actividad anterior. Deciden ir a pescar, y como a una sola voz todos se lanzan a la actividad de la pesca. ¿Nos ocurre a nosotros lo mismo? Cuando nos apartamos del Señor solemos volver a la rutina de nuestra vida. Nuestro trabajo, nuestras aficiones y entretenimientos y nuestra vuelta a la vida en el mundo que estamos inmersos.

Quizás se te haya pasado un poco la euforia pascual, o te hayas relajado un poco en las aguas de este mundo que, sin darnos cuenta, nos mecen dulcemente o nos violentan fuertemente hasta alejarnos de la presencia del Señor. Posiblemente hayamos salido a pescar, a cultivar, a alguna actividad que nos ayude a pasar el tiempo y eso nos haga perder la mirada en el Señor. Pero, Él no se va de nuestro lado y te espera en la playa, en el campo o en donde tú estés. Quizás, el problema sea que tú y yo no lo veamos.

Tratemos de darnos cuenta, tal y como hizo Juan. Y respondamos como Pedro, que, oyéndolo, se lanza al mar en busca del Señor. Busquemos al Señor y respondamos a su llamada poniéndonos en sus Manos y dejando que nos transforme nuestro corazón, empobrecido por el mundo, en un corazón manso, generoso y dado a proclamar el anuncio de la Buena Noticia de la Resurrección del Señor.

El Señor nos enseñará a pescar, a pescar hombres para su Reino. Porque, sumergidos en el mundo, los hombres se pierden, se ahogan y se condenan. Les falta el oxigeno de la vida espiritual que los purifica y los limpia de todo pecado y les da vida eterna. Él nos da el alimento necesario para que encontremos la fuerza necesaria para ser pescadores de hombres. Porque, a partir de nuestro bautismo todos estamos llamados a dar testimonio de esa nueva vida que nos hace hijos de Dios y coherederos con su Hijo, nuestro Señor, de su Gloria.