Sí, una cruz que
supone aceptar, soportar y dar amor misericordioso. Porque, eso de ser
misericordioso, de soportar todo escarnio, burla y ofensas como de devolver
bien por mal supone echarse a la espalda una cruz. Una cruz consecuencia del
Amor Misericordioso de Cristo porque, por Él somos perdonados y salvados de la
esclavitud del pecado.
Por tanto, de la
misma manera, tú, yo y todos tenemos que cargar con esa cruz que nos supone
vivir en esa actitud misericordiosa y de disponibilidad. Y eso, aparte de ser
difícil y muy duro, no es imposible para nosotros por nuestra naturaleza humana,
herida y contagiada por el pecado.
Junto a nosotros y
cada día camina la tentación y, por supuesto, el peligro de vencernos a la
seducción del pecado. Esa es la lucha y en donde, aunque no podemos evitarla,
sí, lo importante es vencerla. Y junto al Señor salimos victorioso siempre.
Jesús nos lo enseñó con su Vida y Palabra y nos acompaña para que, asistido por
Él, tengamos fe y confiemos en Él.
Tengamos muy en cuenta que la tentación no la podremos evitar. Está ahí presente en nuestro camino. Esa es la cruz que tenemos que aprender a cargar. Pero, no olvidemos nunca que lo verdaderamente importante no es la presencia de la tentación sino el sabernos que con Cristo, el Señor, salimos siempre vencedores si ponemos todo lo que podamos de nuestra parte. También lo vemos en Pedro y otros muchos.