martes, 29 de mayo de 2018

SE TRATA DE DEJAR TODO LO QUE TE IMPIDE SEGUIR AL SEÑOR

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Mc 10,28-31
Cuando te dispone a reflexionar el Evangelio de cada día te asaltan preguntas y desafíos que cuestionan tu vida. Eso, siempre que lo quieras reflexionar desde una seriedad, un compromiso y un intento por hacerlo vida en tu vida. No cabe ninguna duda que, desde esa actitud, te interpela y te compromete. Y experimentas miedo e impotencia, porque te sientes débil, pobre, frágil y fácil de ser vencido. Te experimentas sin fuerzas ni voluntad para enfrentarte a esas renuncias que el seguir a Jesús te plantea.

Primero hay que despojarse de todas aquellas maromas que te atan al puerto de tu vida. Y eso cuesta y duele. Son tus apetencias, tus apegos, tus hábitos, tus comodidades, tus costumbres, tus egoísmos... Son tus ambiciones, tus afanes, tus ilusiones mundanas, tus honores, tus logros, tus privilegios y todo aquello por lo que te sientes atado a tu entorno y a tu mundo. Son todas esas cosas con las que tú crees ser feliz y con las que experimentas cierto gozo y bienestar. Es tu humanidad limitada, pobre y pecadora.

¿Cómo descubrir que vas por camino erróneo? ¿Cómo experimentar que todo eso tiene su tiempo contado y termina siempre mal? Sólo hay una posibilidad y un camino, experimentarlo y seguirle, a pesar del dolor y del desapego. La experiencia te irá despejando la incógnita y te irá aclarando el camino. El gozo y la libertad al desprenderte de todo aquello, aparentemente gozoso, pero caduco, te despejará la incógnita que te hará ver donde realmente está la verdadera felicidad y la verdadera plenitud. Todo lo de aquí abajo tiene poco valor y muy relativo. Está destinado al fuego.

Pero, en la medida que caminas, experimentarás que renunciando a lo que te impide ser libre y darte en generosidad y amor, ganarás más de todo lo que tenías. Estarás mejor considerado y más arropado. Es verdad que siempre tendrás a tus espaldas la amenaza de la persecución, pero eso no impedirá que dento de ti haya más paz, más gozo y más plenitud. Porque, la felicidad que tu buscas no está en las cosas y el placer que el mundo te puede dar, sin en la capacidad que tú tengas para amar.