jueves, 24 de febrero de 2022

UN VASO DE AGUA

 

Un vaso de agua es algo de poco valor. Al menos en occidente o en donde uno se ha criado. Es verdad que en un tiempo en mi tierra – Lanzarote – hubo mucha escasez de agua y se la valoraba como si fuera oro. Pero, en los tiempos modernos – las potabilizadoras y las comunicaciones – aunque se valora y se trata de no malgastar, su valor pasa desapercibido y se tiene como algo pequeño y que nadie escatima darlo.

Sin embargo, en algunos lugares del planeta, el agua es de vital importancia y escasea mucho. Allí un vaso de agua tiene gran valor y es de vital importancia. De todos modos, lo que da verdadero valor a tus actos, sea un simple vaso de agua u otra cosa de mayor valor e importancia, es tu recta intención y tu cantidad de amor. Así que, un simple vaso de agua, ofrecido gratuitamente, en y por el nombre del Señor, tiene un valor inmenso y de Vida Eterna.

De la misma forma, pero en sentido contrario, sucede con nuestras obras mal intencionadas y con nuestros malos testimonios. Una, aparente, insignificante y pequeña obra puede dar un muy mal ejemplo y escandalizar, sobre todo, a un pequeño e indefenso que cree en el Señor. Las consecuencias, tanto buenas como malas, tendrán gran repercusión positivamente o negativamente sobre los demás. Serán muy graves respecto a escandalizar a un pequeño. Las Palabras de Jesús son muy duras a este respecto: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar».

Sin lugar a duda, nuestros actos tienen gran repercusión en los demás, y somos responsables de nuestras actuaciones. Conviene, pues, reflexionar sobre nuestra manera de vivir y actuar.