jueves, 23 de septiembre de 2021

¿Y TÚ, BUSCAS A JESÚS?

 

Sabido es que cuando se tiene hambre, se busca alimentos con urgencia y hasta desesperación. Sin alimentarse no se puede vivir. Buscar a Jesús, cuando se sabe quién es, es lo mismo. Diría más todavía, porque, Jesús, el Señor, es nuestro alimento espiritual que nos fortalece, nos da la Vida Eterna y esa felicidad que buscamos con verdaderos deseos.

Luego, ¿dónde está la inquietud por buscar a Jesús? En el momento que le conoces. Es verdad que la curiosidad, como la que parece tener Herodes según el Evangelio de hoy, es buena, pero si se queda en eso, en curiosidad y no das el salto de búsqueda, no llegas a conocerle. Hay muchas opiniones y muchas voces: unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.

La pregunta que nace en nuestro corazón es inequívoca: ¿Y tú, quién crees que es ese del que oyes decir semejantes cosas? Esa es la pregunta que nos interpela. Posiblemente nos suceda a nosotros lo mismo que Herodes. Sentimos curiosidad, pero instalados confortablemente nos quedamos paralizados. Eso de cargar con una cruz a cuesta no nos hace mucha gracia u preferimos quedarnos sentado en nuestroaa cómodo y confortable sillón.

Es indudable que seguir a Jesús nos compromete. Porque, seguirle es cargar también con la cruz que nos corresponde. Y eso, duele, complica y endurece el camino. Perdemos la referencia de que la Cruz, donde Cristo entrega su Vida, es nuestra salvación, porque, en ý como Él, por su Gracia,  resucitaremos también nosotros para gozar junto al Padre para la Vida Eterna.