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Mt 5,1-12a |
¿De qué te sirve tu éxito - Mc 8,36 - si acabas por perder tu alma? En los Evangelios precedentes de estos últimos días, Jesús nos advierte de los peligros a los que nos enfrentamos en este mundo y de las amenazas, seducciones y tentaciones de las que somos presas si no despertamos y estamos atentos y vigilantes para no dejarnos seducir ni engañar. La vida nos presenta espejismos y falsas propuestas que, tratando de engañarnos y seducirnos, nos llevan al precipicio y a la muerte por el pecado.
Jesús, que ha venido a salvarnos y nos quiere con locura nos advierte de esa realidad. Ayer nos invitaba a entrar por la puerta estrecha y hoy nos descubre que tras esa puerta se esconde la felicidad que todos tanto estamos buscando. Y es, precisamente, tras esa puerta estrecha donde alcanzaremos la dicha y el honor infinito de ser considerados y llamados por el Señor ¡bienvaventurados!. Porque, son bienaventurados todos aquellos que Jesús describe de esta manera:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».