No son cosas que ocurrieron en una época pasada, o historias que no sabemos si han ocurrido, son cosas que están pasando en estos momentos, y que seguirán pasando hasta que el mundo acabe, porque el hombre de buen gusto responde a la llamada de DIOS.
Y responde porque la pregunta que guarda en lo más profundo de su corazón es alcanzar la felicidad eternamente, pues para eso ha sido creado y a eso está llamado. Es, por lo tanto, lo lógico que responda afirmativamente y si no lo hace hay que pensar que está esclavizado y sometido por otros dioses cuyos reinados sólo están en el mundo y perecerán como él.
Porque el mundo es caduco y finito. Sí nosotros aspiramos a un mundo eterno y feliz perpetuamente, tenemos que concluir que este mundo no es nuestro destino y que de no descubrirlo significa estar ciego y desviado, por lo tanto, como expresamos coloquialmente, no tener buen gusto o tenerlo enfermo.
Les dejo con una reflexión que nos puede ayudar a este respecto: 
Sábado, 6 de                    Noviembre de 2010 
Santa                    María, Reina de los mártires
"También fueron detenidos siete                    hermanos con su madre, y el rey quiso obligarlos, haciéndoles                    azotar con correas de cuero, a comer carne de cerdo prohibida                    por la Ley. Uno de ellos tomó la palabra en nombre de todos y                    dijo: «¿Qué exiges y qué quieres saber de nosotros? Estamos                    dispuestos a morir antes que desobedecer a la Ley de nuestros                    padres». Furioso, el rey ordenó poner en el fuego ollas y                    sartenes. En cuanto estuvieron calientes, ordenó que le                    cortaran la lengua al que había hablado en nombre de todos,                    que le arrancaran el cuero cabelludo y le cortaran las                    extremidades ante los ojos de sus hermanos y de su madre…                    Mientras el humo de la sartén se expandía a lo lejos, sus                    hermanos y su madre se daban ánimo unos a otros para morir                    valientemente, diciendo: «El Señor Dios que nos mira tendrá                    seguramente piedad de nosotros, según la palabra de Moisés en                    el Cántico que pronunció frente a todos. Allí se dice: Tendrá                    piedad de sus servidores» … Después de él trajeron al sexto.                    Cuando estaba a punto de morir, dijo: «No te hagas ninguna                    ilusión, porque si hemos atraído sobre nosotros estas                    desgracias y si nos tocan ahora pruebas poco comunes es porque                    pecamos contra nuestro Dios. Pero tú, que te atreves a hacerle                    la guerra a Dios, no creas que quedarás sin castigo». ¡Esa                    madre que vio morir a sus siete hijos en el transcurso de un                    solo día fue realmente admirable y merece ser famosa! Lo                    soportó todo sin flaquear, basada en la esperanza que ponía en                    el Señor… Al último murió la madre,                    después de sus                    hijos."
(2 Macabeos                    7,1-41)
El ser humano                    es un ser religioso por naturaleza, crea o no crea en Dios.                    Pues si dice ser ateo, otras cosas o personas o el mismo, se                    colocarán en el lugar de Dios: Dinero, poder, sexo, juego …                    Pero lo admita o no siempre tiene un dios. Y cuando este dios                    no es el Dios verdadero es capas de cualquier cosa por                    “adorarlo”, aún hacer sufrir a los demás por                    conseguirlo.
Este domingo                    XXXII del Tiempo Ordinario, la Iglesia nos propone meditar                    sobre el misterio del martirio, de la muerte y la                    resurrección. Y para ello la Liturgia de la Palabra comienza                    con esta situación narrada en el segundo libro de los                    Macabeos. Lectura que, si vivimos “desprevenidos” nos puede                    resultar extraña … Una madre que anima a sus hijos a dar la                    vida por Dios. El mundo, en medio de tanto ruido mediático,                    nos ha hecho creer que el martirio es cosa de siglos pasados,                    es cosa de las brumas de la historia.
Pero si                    no vivimos desprevenidos (o distraídos, o engañados…) habremos                    leído que en esta semana un ataque terrorista mató a 58 católicos                    en un ataque terrorista en al                    Catedral de Bagdad en Irak, de los cuales tres eran                    Sacerdotes. Y unos días después la misma organización criminal                    amenazó al Vaticano                    y a las Iglesias Coptas de Egipto con                    matar cristianos “allí donde estén”. Hubo una discreta                    difusión de la primera noticia y casi nula de la segunda … A                    occidente no le importa ni el mensaje ni la seguridad de los                    cristianos. Y si estos son católicos menos                    aún.
Debemos tomar                    conciencia de que los tiempos del martirio continúan. A tal                    punto ha sido esto verdad, que el Siglo XX tuvo más mártires                    cristianos, es decir que murieron a causa de su fe, que todos                    los siglos anteriores. Y el Siglo XXI sigue la misma curva                    ascendente.
¿Porqué da la                    impresión de que a los católicos de occidente nos resulta                    lejana esta realidad? Porque nos hemos dejado diluir, no todos                    obviamente pero si demasiados, por una cultura y una sociedad                    que le escapa al sacrificio, al sufrimiento, al dolor, a la                    cruz, a la muerte …
La sociedad                    paganizada modernista nos embrutece continuamente tratando, y                    consiguiendo, de convencernos de que lo más importante es                    divertirse, pasarla bien, disfrutar, satisfacerse … Un mundo                    que le encanta asustarse con cuentos de terror hollywoodenses                    y cómodamente sentados en butacas de cine pero que en realidad                    vive aterrorizado por la realidad ineludible de la muerte.                    Donde halloween y su supuesto “reírse de la muerte” no es más                    que una manera de distraernos de la Santidad y la Oración por                    los difuntos que nos enseña la Iglesia. El mundo ni quiere                    orar ni quiere ser santo ni quiere saber nada de la muerte,                    sólo le importa el aquí y el ahora. (Leer 2 Timoteo                    3)
Y por otro                    lado, organizaciones criminales que “dicen” ser creyentes,                    matan salvajemente a aquellos que se interponen en su camino                    por conseguir el poder y el dinero, o pensando que glorifican                    a Dios (cfr. Juan 16,2-3),                     por medios aberrantes como un atentado en plena                    Misa.
¿Cómo no va a                    sonarnos extraña esta lectura propuesta? Esa madre admirable y                    famosa debe ser un ejemplo para nosotros. Pues quizá en                    nuestra realidad no tengamos la Gracia (sí, la “Gracia” he                    dicho) de defender nuestra fe con nuestra propia sangre, pero                    día a día el cristiano que desee realmente ser Santo (de lo                    contrario no serás nada…) vive lo que Juan Pablo II y otros                    llaman “el martirio de lo cotidiano”. Porque si de algo                    podemos estar seguros es que estos últimos tiempos son los de                    las decisiones importantes y radicales: Si, No. Fríos,                    Calientes. Lo tibio, lo del medio, lo que ni es fu ni fa, en                    definitiva lo mediocre, no es pasta de santo ni de demonio                    (Apocalipsis 3,16). Basta                    ya del mediocre mundanismo-cristianizado o                    cristianismo-mundanizado de bautizados que no son ni chicha ni                    limonada.
Ser católico                    en el Siglo XXI implica una cotidiana dosis de martirio, de                    sufrimiento, de renunciar y morir, como dice San Pablo, al                    hombre viejo (cfr. Col                    3,9-10). Morir a ciertos programas, a ciertas                    amistades, a ciertas lecturas, a ciertos pasatiempos, a                    ciertas músicas, a ciertos pensamientos, a ciertas miradas, a                    ciertos deseos, a ciertos objetivos y a ciertos medios por                    alcanzarlos.
Y como madres                    y padres debemos, como aquella madre del Antiguo testamento,                    ayudar a nuestros hijos a fortalecerse en ese mismo “martirio                    de lo cotidiano”. Debemos ayudarlos cada hora y cada día a no                    dejarse envolver por las vanidades, las esclavitudes y la                    mediocridad imperante en la sociedad actual. Somos discípulos                    de un Maestro perseguido, calumniado y martirizado hasta                    morir. ¿Qué esperamos para nuestras vidas si queremos seguir                    sus huellas manchadas de sangre? El nos lo advirtió: “Quien quiere seguirme tome su cruz de cada día”                    (Lucas 9,23), asuma el martirio de ser cristiano                    en lo cotidiano.
Que nuestra                    Madre Santísima, fiel a su Hijo aún al pie de la Dolorosa y                    cruenta Cruz donde fue clavado por amor a todos nosotros,                    Pura, Santa e Inmaculada Virgen María, Reina de los mártires,                    proteja a los cristianos del mundo entero y a todos nos ayude                    a crecer en santidad y a nunca jamás renegar de nuestra fe,                    cualquiera sea la circunstancia que el Padre Eterno permita en                    nuestra vidas.
Que Dios los                    bendiga y Santa María les                    sonría.
                   - Claudio* - 
 
