Ahí está la clave
y la cuestión: la cruz. El camino de cruz conduce a la vida. Pero a una vida
plena de gozo, felicidad y eternidad. Por lo tanto, el camino aunque es de cruz y
termina con la muerte, es camino de gozo y alegría. Se termina con el sufrimiento
y nace el gozo y la felicidad. ¿No decimos cuando alguien sufre y muere: ya
descansó? Pues ese es el final del camino del creyente, la alegría de perder la
vida en este mundo por amor y misericordia para disfrutar de la otra vida para
siempre.
Jesús nos lo dice
claramente: Nos habla de su muerte y también de la que conlleva su seguimiento.
Seguir a Jesús es tomar también con nuestra cruz y seguirle. No hay tapujos ni
mentiras. Todo queda muy claro, se debe morir a lo falso para alumbrar lo
verdadero, morir a lo malo para nacer a lo auténticamente bueno (del Evangelio Diario
en la compañía de Jesús 2024).
Vivir con la esperanza de resucitar es vivir en el gozo y la alegría aunque el dolor nos acompañe en el camino de este mundo. Y es que la verdad comporta críticas, sufrimientos y dolor porque este mundo vive de la mentira, la apariencia y lo falso. Luego, nacer a la vida verdadera – verdad y misericordia – comporta sufrimiento y dolor. Es decir, seguir a Jesús, Camino, Verdad y Vida, es sinónimo de dolor y sufrimiento. Pero un dolor que nace a la Vida Eterna plena.