lunes, 31 de enero de 2022

JESÚS HA VENIDO A ANUNCIAR EL AMOR DEL PADRE Y A LIBERAR AL HOMBRE DE LA ESCLAVITUD DEL PECADO

La encarnación tiene una misión específica. Dios se hace hombre para, viviendo entre nosotros, enseñarnos el Camino de salvación. Nos anuncia el Amor Infinito de su Padre Dios y nos habla de su Infinita Misericordia. Conoce nuestras debilidades y pecados, pero, su Misericordia supera todas esas barreras y miserias. Encarnado en naturaleza humana, sin perder la Divina, Jesús, el Hijo del Hombre, nos señala el Camino, la Verdad y la Vida en su Persona. Él es nuestra relación y salvación con el Amor de nuestro Padre Dios.

A pesar de ir contra corriente en un mundo seductor y tentador, Jesús se pone al frente del hombre para guiarle por el camino correcto y salvífico. A pesar de que caminamos amenazados por el peligro tentador y seductor del demonio, Jesús, que es más fuerte, nos libera y nos salva de las garras del Maligno. Pero, al crearte libre necesita de tu aceptación, de tu colaboración, de tu fe. Eres libre y tendrás que decidir.

Importa ver nuestra situación y reflexionar dónde nos encontramos en este momento. Olvidarnos del pasado y no mirar al futuro nos centrará en el hoy, en este momento presente. El Señor está con nosotros, ha venido precisamente a eso. Quizás, no advirtamos la esclavitud a la que estamos sometidos. Incluso, igual nos consideramos libres, pero, ¿realmente lo somos? Experimentamos que estamos sometidos al pecado y que, ciegos por las seducciones y engaños del Maligno, no nos damos cuenta. El espejismo de la falsa felicidad nos deslumbra y nos somete. ¿Dónde realmente estamos? Esa es la pregunta y también la respuesta de la venida de Jesús.

El demonio no descansa y está constantemente tentándonos. Puede más que nosotros y nos engaña y seduce con facilidad. También dentro de nuestro corazón se introduce el pecado, contaminándonos y sometiéndonos a la voluntad del demonio. Es nuestro mayor enemigo. Necesitamos acudir al Señor Sacramentado – Sacramentos -  para, alimentados y fortalecidos en ellos, sostenernos firmes en la fe y la esperanza. En ellos encontramos la Gracia para mantenernos erguidos, firmes y apoyado en el Amor y la Misericordia de nuestro Padre Dios. Y, en Él, encontramos la sabiduría y la fortaleza para dar a conocer a otros la experiencia de nuestra liberación. Es el mandato que recibimos a la hora de nuestro bautismo.