sábado, 23 de noviembre de 2019

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

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Lc 20,27-40
Sin la resurrección la vida pierde todo su sentido. Es obvio pensar que si todo termina con la muerte de nada vale acumular riquezas o conseguir éxito. Es verdad que, mientras estamos en este mundo nos gusta pasarlo bien, pero, sin futuro las cosas pierden su valor, o, al menos no son tan importantes. Sin embargo, el hombre parece obviar esta realidad y afanarse con y en las cosas del mundo. Se esconde dentro de sí mismo un misterio como si de esperanza de perpetuarse se tratara. La trascendencia está sellada y escrita en lo más profundo de su corazón.

Por mucho que desea y quiera, el hombre no puede eludir ese sentimiento y deseo de eternidad. Es verdad que no lo entiende, pero lo experimenta y hasta lo puede razonar. ¿Acaso, el Creador, puede crear una criatura y al mismo tiempo, encarnado en Naturaleza humana, dar la Vida para salvarla de la muerte y hacerla eterna? ¿Significa eso que le da la oportunidad - la vida en este mundo - como prueba para ganarse esa eternidad? Una vida entregada gratuitamente y dotada de todo lo necesario para, libremente, vencer y resistir todas las pruebas que trataran de que no acepte esa Buena Noticia de Salvación.

Sin lugar a duda el fundamento de nuestra fe es la Resurrección. Una Resurrección que Jesús ha vivido para Gloria de su Padre, y una Resurrección que ha prometido a los que crean en Él. Nuestra fe empieza y se apoya en la Resurrección de Jesús. Si Él ha Resucitado también nosotros resucitaremos. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Sin embargo, no será como nosotros nos imaginamos ni tampoco podemos comprender qué y cómo ocurrirá después en la resurrección. Se nos escapa a nuestra capacidad intelectual y de entendimiento.

En el Evangelio, Jesús, nos lo dice claramente: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».