miércoles, 18 de junio de 2025

LO BIEN HECHO NO NECESITA PUBLICIDAD

Mt 6, 1-6. 16-18
—Bien es sabido, amigo Pedro, que las cosas bien hechas no necesitan publicidad. Por sí sola se conocen y su bondad se extiende como el agua bajada de la cima.
—Así es, lo bueno no necesita propaganda, pues rápidamente se conoce. —¿Acaso se puede esconder lo bueno, lo verdadero?
Es evidente que las buenas obras se bastan por sí mismas, no necesitan de más incentivos, pues ellas solas descubren la verdad y lo bien hecho. Quienes las hacen buscando la admiración de los demás ya han alcanzado su premio, pues descubren que buscan una recompensa traducida en fama, honor o admiración que al final se torna en cierto vacío o satisfacción efímera.
De modo que, cuando hagamos el bien, hagámoslo sin la búsqueda de nuestra propia vanidad y sin ningún interés. Simplemente por amor y en aras de hacer el bien de forma gratuita y sin notoriedad.
—¿Qué buscas cuando hacer un bien a alguien, Pedro? —Preguntó Manuel con segundas intenciones.
—¡Hombre!, aunque no sea esa la intención, siempre hay un hálito de vanidad escondido en algún rincón del corazón del hombre, —respondió Pedro tratando de ser sincero.

—De acuerdo, nuestra humanidad, por naturaleza ególatra, nos tienta sobre todo en esos momentos. Pero esa debe ser nuestra lucha, despojarnos de toda vanidad y lucimiento. Y es que cuando brota la verdadera y buena intención, el cariño y la sincera fraternidad, experimentamos un gozo y alegría que nos colma y basta.