Una cosa es que
Dios se revele a través de un pueblo, Israel, y otra muy distinta de que sea
exclusividad de ese pueblo. En más de una ocasión Jesús, el Hijo de Dios, deja
entrever el rechazo de su mismo pueblo, y como desvía su Palabra a otros
pueblos. Precisamente, Pablo en su conversión es enviado a los gentiles.
En el Evangelio
que leemos hoy, Jesús nos deja meridianamente claro que ha venido a evangelizar
y anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos sin excepción de ninguno. En su
encuentro con esa mujer fenicia, de Siria, por tanto pagana, Jesús deja entrever
que primero está su pueblo de Israel y no procede dar el pan de su pueblo a
otros. Pero, la respuesta de la mujer fue sorprendente y plena de fe: «Señor, pero también los perros, debajo de la mesa,
comen las migajas que tiran los niños»,
La respuesta de Jesús no puede ser otra que la de satisfacer su deseo: «Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija» Y, tengamos esa seguridad de que para nosotros, el Señor, tendrá una respuesta adecuada y de sanación, tanto física como espiritual, porque su Misericordia es Infinita.