martes, 24 de abril de 2012

EL VERDADERO ALIMENTO

Juan 6, 30-35. Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal...

Es lo que interesa, un alimento que sea garantía de felicidad y gozo eterno. Porque en el fondo todo ser humano siente eso dentro de sus entrañas y lo busca como máxima prioridad en su vida.

No hace falta argumentar mucho más para darnos cuenta que todos buscamos lo mismo. ¿Y qué es lo mismo? El denominador común de nuestros objetivos es la felicidad. Y ser feliz no es otra cosa sino ver cumplidos todos nuestros deseos. Ahora, ¿cuáles son esos deseos?

Tampoco hace falta correr mucho para descubrirlo. En el fondo podemos concretarlo en pocas palabras: poder, riqueza y  bienestar. Es posible que dentro de esos tres grandes objetivos o metas haya que matizar muchos puntos, pero como estándar a todo ser humano, en el fondo todos desean eso.

Ocurre que muchos confunden una moderada ambición en no buscar riquezas, como en no ejercitar poder, no desearlo, y, abundando en lo mismo, el sentir inquietudes y ser muy activo como no anhelar el bienestar y la comodidad, pero nada más lejos de la realidad. 

Porque en cuanto nos sacan de nuestra zona de confort nos sentimos incómodos, molestos y desesperados. Queremos y deseamos volver y hasta mejorar nuestra forma de vida donde estábamos instalados. Nos resulta fácil mejorar, pero empeorar es harina de otro costal.

Y lo importante de todo esto es descubrir donde se encuentra eso que realmente queremos encontrar. Lo buscamos desesperadamente durante toda nuestra vida, y no somos capaces de encontrarlo. Incluso, llegado el momento de sentirnos cansados, tiramos la toalla y desistimos. Aceptamos que la vida es así y esperamos de forma resignada el momento que se acabe todo.

Hemos aceptado la ceguera, cerramos los ojos y no vemos el Verdadero Tesoro. Lo tenemos a nuestro lado, junto a cada uno. El verdadero alimento que nos sostiene y nos llena plenamente. Todavía nuestra ceguera es tanta que exigimos pruebas que nos convenzan. No aceptan todos los milagros que han sido hechos delante de sus ojos, y ahora de nuestros ojos, porque tal y como va la vida es fácil comprender que la única solución es vivirla como Jesús nos enseña. ¿No es ese el gran milagro?

El único antídoto para salvarla es el amor, y eso es precisamente lo que Jesús nos presenta. Se presenta Él como el verdadero Amor: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed». Amén.