sábado, 11 de enero de 2020

EXCLUIR O INCLUIR

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Lc 5,12-16
Hablamos de igualdad y de derechos humanos, pero, tanto ayer como hoy hay muchos excluidos. Todo, bajo las apariencias de la igualdad sigue igual. Igualdad no significa igual o al menos no busca la verdadera igualdad en dignidad y derechos, sino se esconden en guetos y colectivos que, diferenciándose unos de otros, proclaman o buscan entre ellos la igualdad excluyendo a los demás. Esa es la imagen que la sociedad en la que vivimos refleja y vive.

A pesar de las apariencias hay muchas personas excluidas de la sociedad y de los derechos. Hay muchos eventos a los cuales sólo acceden unos cuantos y para los que se han construidos esos lugares que lo acogen. Muchos conciertos en auditorios y teatros que sólo son accesibles a unos excluyéndose a otros. Claro que la solución se me antoja difícil, pero, a pesar de ello siempre se puede luchar por empezar a enderezarla desde abajo, desde la familia y la educación.

De cualquier forma, nuestra sociedad no parece el lugar donde todos tengamos las mismas posibilidades ni oportunidades. La solución no es crear un ministerio de igualdad, sino proteger y ayudar a las familias y darles circunstancias donde puedan educar a sus hijos. Luego vendrá la cultura para todos. Porque, igualdad no significa que todos seamos iguales - parábola de los talentos - Mt 25, 14-30 - sino que todos tengan las mismas oportunidades de ejercer sus derechos y de acceder a ellos. Luego, cada cual los administrará o utilizará según sus apetencias, libertad o intereses. Al final rendirá cuenta de todo lo recibido.

 La exclusión se produce cuando no hay un tratamiento igual para todos ni una misma medida desde la justicia y la verdad. Se excluye cuando no se respeta ni se da el tratamiento digno que merece toda persona. Ayer, los leprosos, los enfermos crónicos y ancianos - que parece que estorban y sobran - los pobres, los disminuidos y los sin familias y otros son excluidos. Y hoy ocurre exactamente lo mismo. Excluimos cuando tratamos de forma indiferente su dignidad a una persona y le pisoteamos sus derechos.

Jesús no actúa así, sino nos enseña otra forma de tratar a los demás, sobre todo, a los pobres, a los necesitados y marginados; a los excluidos y desvalorados o a los que se les trata como objetos ya inútiles o inservibles. Para Él son muy valiosos y muy dignos e hijos de su Padre Dios. Ha venido muy expresamente a liberar y a limpiar a esos pobres y necesitados, y hay muchos, incluso muchos que no se reconocen así. Y a limpiarlos de todo pecado.