Mt 9,27-31 |
Todos sabemos que la oscuridad nos impide ver y que sin luz no podemos avanzar con seguridad y riesgo de caer al precipicio. Es evidente que sin luz no podemos guiarnos en la oscuridad. Necesitamos la luz. Luz para ver en el camino y poder avanzar por lugares seguros evitando la amenaza del precipicio. Pero, la experiencia nos dice que no basta simplemente con la luz que te dan tus ojos, porque, hay cosas ocultas a ellos. Necesitamos también la luz de nuestro espíritu, de nuestro corazón y de nuestra alma. Necesitamos esa luz interior que nos alumbra el camino de nuestra verdad y de nuestra vida.
Todo lo hemos recibido gratuitamente por amor. Dios nos ha bendecido, nos lo decía el Papa Francisco en su audiencia de este miércoles y nos ha dado la luz, no solo de los ojos, sino también la luz de nuestro espíritu para ver más allá de la luz natural y comprender lo que nos dice a través de su Palabra y de la Obra de su Hijo a su paso por este mundo.
No cabe duda que esa luz interior está oculta en nosotros mismos y es más difícil de ver. Necesita la acción del Espíritu Santo y nuestra disponibilidad a abrirnos a su auxilio y asistencia. Es por tanto, condición sine qua non abrirle las puertas de nuestro corazón para ver por Él el Camino, la Verdad y la Vida. Es necesario creer y depositar en Él toda nuestra confianza, esperanzados y confiados que Dios, Padre Bueno, nos dará siempre lo que necesitamos y lo más conveniente para ver la luz, el Camino, Verdad y Vida.
Tratemos, pues, como aquellos ciegos acercarnos al Señor. Y no solos, sino mejor acompañados - en comunidad - para pedirles que abra nuestros ojos, también los de nuestro espíritu para ver el camino y guiarnos en la luz de la fe.