viernes, 30 de agosto de 2019

PREPARADOS Y LISTOS PARA PARTIR

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Mt 25,1-13
Cada momento es crucial e importante. Miremos que la última hora sucede en un momento determinado que no conocemos y para lo cual hay que estar muy bien preparado y vigilante. Ahora, en este momento, escribo y reflexiono, pero, al siguiente instante, ¿qué ocurrirá? Quiero significar y llamar la atención sobre la vida, mi vida en este caso. Depende de un hilo y en última instancia de Dios. Porque, Dios puede respetar la vida y dejar que su plazo venza o permitir que continúe. Así lo hizo durante su Vida pública con Lázaro, con el hijo de la viuda de Naín, con el hijo del jefe se sinagoga o con el siervo del centurión. Dios, nuestro Padre, es Señor de la Vida y de la muerte.

Pero, esa ahora está solamente en sus Manos. Nadie la conoce y eso nos exige estar en constante espera, porque, puede ser en este instante, o después, en otro momento o más adelante. Jesús, nuestro Señor, nos lo dice ahora y hoy y nos advierte para que no nos durmamos como ocurrió con las cinco doncellas necias: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.

Y velad significa que tengamos la alcuza de nuestro corazón llena del aceite de la fe. Una fe que no se puede dar  porque es personal e intransferible. Solamente se puede testimoniar pero no se puede transferir ni dar porque es intransferible. De modo que, cargar nuestra alcuzas de esa buena aceite que simboliza nuestra fe es totalmente imprescindible y necesario. Y eso se consigue, primero pidiéndola y permaneciendo en el Señor por medio de su Palabra, de la oración y, sobre todo, por la frecuencia de la Eucaristía., donde la fortalecemos y recargamos para sostener encendido nuestros corazones y estar preparados a la llamada del Señor.

Estar vigilantes es vivir como si cada momento fuese el último de nuestra vida y la hora del encuentro con Dios nuestro Padre.