lunes, 29 de octubre de 2018

SENTIDO COMÚN Y HUMILDAD

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Lc 13,10-17
Dentro de cada uno de nosotros hay un corazón lleno de Amor de Dios. Un corazón lleno de buenos sentimientos aunque tocado y herido por el pecado. Un corazón capaz de razonar con sentido común y ver que primero está hacer el bien y después la regla o la norma. Nunca se puede anteponer la ley, la norma o la costumbre al bien de la persona. Porque, amar es hacer el bien, entendiendo por ello aquello que conviene y es bueno para su salvación.

Porque, puede ocurrir que algo que, en apariencia, conviene o nos favorece no sea lo bueno o lo que realmente nos salva. Es cómodo no esforzarse, pero no es bueno, porque el esfuerzo es necesario y conviene para conseguir lo bueno, lo que nos hace bien y nos mejora como persona. Por lo tanto, conviene hacer el esfuerzo cuando sucede y curar cuando la ocasión se presenta, sea sábado o no, incumpliendo la regla, porque, esa regla, no está legislada para el bien de la persona. Limita su curación, y la ley no puede ser cumplida a costa de dejar que la persona sufra.

Se necesita sentido común y mucha humildad para dejar entrar en tu corazón la Misericordia que Dios te ofrece y te regala. Y experimentar el buen gusto y el gozo de sentirte derecho, limpio, digno y erguido ante todas tus frustraciones pecados que te esclavizaban y te sostenían sometido. Jesús, el Hijo de Dios, ha venido para erguirte, para fortalecer tu espíritu y limpiarte de todo pecado. Es tiempo de salvación y todo instante es bueno. Es tiempo de ponerte en defensa contra el demonio, que quiere encorvarte y someterte hasta arrastrarte por el suelo, y Jesús, el Hijo de Dios, te libera y salva.

Estamos tentados a edificar dentro de nosotros nuestros propios ídolos: la arrogancia, la sabiduría, la suficiencia, la soberbia...etc. Sin darnos cuenta formamos nuestros propios dioses, que acunamos en nuestro corazón, y los arrullamos con nuestras palabras y nuestra razón. Y levantamos barreras que nos impiden ver  al verdadero Dios y hacemos de la ley nuestro dios. Se hace necesario abrir nuestro corazón, llenarlos de humildad y sentido común.