Es evidente que
sin una relación íntima y estrecha no se puede luego obrar en consecuencia. Sin
estar y permanecer en estrecha relación íntima con Dios no podrás encontrar las
fuerzas, paz y sabiduría para obrar por Él y en su Nombre. Así vemos en la vida
de Jesús que mantiene una relación con su Padre muy íntima e intensa cada día.
Su Vida y su Misión están sostenida en la oración íntima con su Padre Dios.
Es evidente que
Jesús es el Camino; es la Verdad y es la Vida. En Él encontramos pautas, signos
y testimonios para imitar y tomar como principios y actitudes a seguir.
Mirándole aprendemos; siguiéndole tomamos el camino correcto e imitándole
hacemos de nuestra vida una vida parecida a la suya. Ahora, nunca tomándola por
nuestra cuenta sino siempre abiertos y asistidos por el Espíritu Santo que para
eso ha venido a nosotros en el momento de nuestro bautizo.
En el Evangelio
del domingo, Jesús nos hablaba de que estaba entre nosotros: «Os aseguro
también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir
algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos». Nuestro Dios es un Dios cercano, encarnado en Naturaleza Humana y
hombre como nosotros, que nos invita a abrir nuestros corazones y desenterrar
esa semilla de amor que ha sido sembrada en ellos.
Su amor
misericordioso, reflejo del Padre, nos redime y nos salva. Y nos proclama la
Misericordia Infinita de Dios Padre que nos invita a una relación de amor
sostenida en el trato mutuo de la oración íntima de cada día. Él es la
referencia y modelo para cada uno de nosotros y en el que encontramos sentido, fortaleza
y esperanza para adecuar nuestra vida a su Palabra y Voluntad.