Sin pastor las ovejas se dispersan y quedan a merced de lobos y bandidos. Es una imagen real que sucede también en la vida. En un momento Jesús nos dice que nos envía como ovejas entre lobos. Caminar entre lobos - mundo - demonio - carne - se nos antoja una tarea muy difícil. Eso nos descubre la necesidad de un buen pastor. Un pastor que nos proteja, que nos defienda y nos oriente el camino por donde debemos ir.
Esa imagen la advirtió el cristiano muy pronto. Jesús, el Señor, el Buen Pastor que nos guía, nos defiende y protege y nos conduce hacia tierras fértiles y de paz. Y en Él descansa la confianza y la seguridad del creyente. No vamos solos y sabemos que el Buen Pastor está con nosotros, nos conoces y acude siempre a nuestra llamada. Nos sabemos sus ovejas y cuidadas por Él.
Y no porque lo suponemos o nos lo imaginamos, sino porque el mismo nos lo dice: En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
No sólo nos cuida y nos tiene a buen recaudo, sino que estando y siguiéndole nos da la Vida Eterna. Estamos seguros con Él porque, según sus Palabras, nadie nos podrá arrebatar de su Mano. Y nosotros creemos en Él, porque nos lo demuestra cada día y ha entregado su Vida para darnos a nosotros Vida Eterna.