Estarás de acuerdo
en que hay mucha gente buena. Pero, no solo buenas sino creyente. Eso es un
paso más y muy importante. Porque, la bondad tiene límites, pero la fe y el
amor por Jesús te exige romper esas limitaciones que impone tu corazón
endurecido y ser bondadoso sin límites ni mirar para quien.
No trato ni me
toca a mí juzgar. ¡Dios me libre de esa tentación!, solo planteo que la bondad si
no está enraizada con la fe en Jesús está limitada y sometida al pecado que
vive en el corazón del hombre. Solo en y por la Misericordia de Dios podrá librarse
de esa esclavitud y expandir su bondad universalmente y sin condiciones.
Ahondando en el
anonimato podemos decir y comprobar que hay muchos discípulos que siguen a
Jesús desde el anonimato. Solo podemos acercarnos a una iglesia para comprobar
la cantidad de personas que a diario la visitan y tiene un encuentro y diálogo
con Jesús. Cada cual a su manera y de acuerdo con su fe e inquietudes. Eso solo
le compete al Señor que sabe y conoce perfectamente a cada una de sus
criaturas.
De cualquier
manera, es de sentido común y la experiencia nos lo descubre que hay muchos
santos anónimos. Personas creyentes, tal y como nos cita el Evangelio de hoy –
Simón, llamado el Zelote y Judas el de Santiago, discípulos ambos de Jesús que
están más en el anonimato que en ser conocidos. De la misma manera hay también
muchas personas buenas que pasan desapercibidas pero que, día a día, viven en
el esfuerzo de actuar en la Voluntad de Dios.
Personas cercanas
a Jesús que tratan de seguirle tratando de imitarle en sus vidas en silencio,
sin ruidos y sí con deseos de hacer el bien. Un bien como nos enseña y muestra
Jesús en cada instante de su Vida. Un Jesús cercano que se deja tocar, que sana
y está presente en medio de su pueblo.