(Mt 13,24-43) |
Tenemos los pies puesto sobre la tierra, y en esa tierra hay polvo en suspensión que nos impide ver; hay también temblores y tempestades que encienden nuestras pasiones y nos amenazan tentándonos y sometiéndonos. Hay peligros por doquier y nunca estamos seguros. Vemos que la cizaña crece junto al trigo. Y el único remedio que nos queda es no dejar de ser trigo. Sostenernos firmes, pacientes y fieles a esa Palabra que riega nuestra vida y la sostiene en la Verdad y el Amor.
Quizás esa sea nuestra prueba. El enemigo está presto y atento, y al menor despiste planta cizaña para, enredándose con las semillas, ahogarlas. Nuestra batalla es estar vigilante y en actitud de lucha. Lucha contra la mala hierba, que trata de ahogarnos yo no dejarnos crecer.
Necesitamos ser pacientes y perseverar, a pesar de que convivamos con esa cizaña que nos molesta y nos tienta. Es la cruz que tenemos que cargar y sobre llevar sobre nuestros hombros. No tratemos de ir a la lucha directa, porque eso persigue el Maligno. Trata de desesperarnos y de confundirnos, e intenta que en la lucha nos entreguemos y bajemos los brazos. La tentación de la comodidad está siempre a nuestro lado.
Se trata de no desfallecer y de sostenernos fieles hasta el final de la ciega. Es en ese momento cuando los segadores enviados, los ángeles del Señor, arrancarán primero la cizaña y la atarán en gavillas para, luego, quemarla. Así quedará el trigo limpios libre para ser recogido y llevado a los graneros.
De esta forma sencilla, Jesús, el señor, nos aclara el resultado final de nuestras vidas. Habrá un criba de lo malo y lo bueno, y se desechará lo malo, para quedarse con lo bueno. Eso deja también claro que habrá una resurrección, pues para celebrar juicio final, tendrá que haber primero resurrección. Tratemos, pues, de sembrar buena semilla en nuestra tierra, y de estar vigilante y atentos para que la mala hierba no afecte a la buena semilla y pueda crecer y dar frutos.