sábado, 26 de febrero de 2011

SEÑOR, ENSÉÑAME A PEDIR

verdaderamente le decimos al Señor: Enséñame a hacer...

Cuida, SEÑOR, mi vida y no permitas que
se pierda. Sé, me consta, que eso TÚ lo
haces y, por eso, JESÚS, tu HIJO, ha venido
a este mundo para advertírmelo y señalarme
el camino a seguir.

Pero, ¿sabes SEÑOR?, me cuesta, se me hace duro
y empinado. Es más, se me hace oscuro y difícil encontrar
salidas, discernir que vía debo tomar y dónde debo
parar, abstenerme o actuar.

Es un follón que se me antoja difícil de solucionar
por mí solo. Sé que te tengo a TI, pero me cuesta
entenderte, compartir tus consejos y señales. Me
resisto a obedecerte y me gusta, me parece lo mejor,
emprender el camino que yo mismo me señalo.

Y creo que ahí está mi error. Recuerdo cuando era 
pequeño que mis padres me negaron muchas cosas a 
pesar de mi insistencia y rabietas. Les di mucha 
lata, pero ellos, a pesar de las molestias, mantuvieron
la firmeza de negármelo. ¡Claro, sabían lo que era
bueno para mí y lo que no lo era!

Y TÚ, SEÑOR, mejor que nadie, incluso que mis padres, sabes lo
que me hace bien y lo que no. Por eso me miras y me esperas
pacientemente a que me de cuenta. Te has atado tus Manos
regalándome el don de mi libertad y te ves necesitado de
esperar mi decisión. Una vez en tus Manos todo será diferente 
y mis cruces tendrán respuestas. Y mi camino se hará 
suave y ligero porque tu fortaleza me asistirá y 
levantará en mi debilidad.

Por todo ello, SEÑOR, no me atrevo a pedirte nada. Sólo
espero que me asistas, me ilumines y me hagas saber
que quieres de mí. Porque TÚ  sabes lo que necesito.
Es más, sabes lo que he recibido de tu Gracia y
lo que soy capaz y puedo dar. Por eso, mi oración
será: "Dame, SEÑOR, lo que TÚ quieres darme,
porque eso es lo que será mejor para mí". Amén.

Más oraciones y reflexiones en "Un Rincón para orar cada día".

LA LIMPIEZA DEL NIÑO (Mc 10, 13-16)


Cuando presenciamos una disputa, una competición o enfrentamiento deportivo por competir, siempre nos inclinamos al lado del más débil. Es nuestra natural inclinación. Incluso siendo seguidor o simpatizante del superior o más fuerte, sentimos lastima del más débil.

En la familia, el ser más necesitado de atenciones, por lo tanto, de amor es el niño. No hay nada más indefenso y dependiente de sus padres que el niño. Ya, desde su concepción, hoy más amenazado que nadie, muchos niños están amenazados de ser condenados a no salir ni apenas desarrollarse del vientre materno. ¡Y lo sorprendente es que la amenaza nace en su propia casa, por sus propios padres!

JESÚS viene para socorrer y salvar al más pobre. O mejor dicho, al rico o pobre que se sienten pobres, porque hay ricos que sienten la necesidad de ser salvados, y pobres que, siendo pobres de bienes materiales, no sienten la necesidad de salvación. Sí, es verdad que la pobreza y carencia de bienes o de salud te predisponen para buscar tu sanación, pero se necesita humildad como la del buen ladrón.

Y, dentro de esos elegidos, el niño representa la debilidad y pobreza paupérrima que clama salvación. El niño no tiene voz, no se le escucha; no alberga malas intenciones, es transparente, limpio, con una actitud inocente, fácil de manipular y engañar. Es confiado y fácil de convencer y de atraerlo. Son actitudes que muchos mayores debemos poner a prueba en el seguimiento a JESÚS.

Porque al igual, cuando eramos niño, confiábamos en nuestros padres, ahora, de mayores debemos confiar en el PADRE que todo lo puede, lo sabe y nos espera, en su HIJO JESÚS, para abrazarnos y salvarnos. Si nosotros, los padres, no damos a nuestros hijos cosas malas aunque nos la pidan, nuestro PADRE Bueno del Cielo nos dará siempre lo que nos conviene aunque pensemos nosotros que no.

Por lo tanto debemos de ser como niños y fiarnos de quien no podemos fiar con tranquilidad, seguridad y confianza.

PADRE Bueno que me cuidas y
proteges, enseñame a recibir
de tus Manos el camino que
TÚ me trazas para llegar
a TI. Amén.