sábado, 13 de junio de 2020

EL JURAMENTO ES SOSPECHA DE PODER MENTIR

Un Padrenuestro, Un Avemaría y Un Gloria por el Papa: EVANGELIO ...
Mt 5,33-37
Está, a al menos debe estar, la desconfianza en la palabra de un buen creyente. Baste decir sí o no sin ninguna necesidad o tipo de sospecha. Porque, sospechar de la palabra de un buen cristiano es dar lugar a que puede mentir y se le exige que lo corrobore con juramentos. Un creyente debe tener una palabra creída, sin doblez y llena de auténtica verdad. Y debe ser una, sin titubeos ni vacilaciones.

Tu palabra es tu palabra y no tiene ningún sentido poner a Dios por testigo para que, tu palabra, sea creída. Dios no puede ser testigo de nadie y cada cual tiene que ser creído por su honradez, su testimonio de vida y su verdad. De modo que basta su palabra. Es el caso cuando decimos, esto me lo ha dicho fulano de tal y su palabra tiene toda la confianza y seguridad de ser creída.

No tiene ningún sentido que para que tu palabra sea bien considerada y valorada tengas que jurar poniendo a Dios por testigo. Dios no es ni puede ser testigo de nadie, sobre todo de aquellos que son capaces de mentir y engañar y que pretenden valerse de Dios y ponerlo para encubrirse. Vemos con toda claridad lo disparatado y grave que es jurar poniendo a Dios por testigo. Por eso, el perjuro se castiga gravemente y más cuando se pone a Dios como garante de esa mentira tratando de instrumentalizarlo en provecho propio.

Se impone la honradez, la sinceridad y la credibilidad de tu propia palabra. Cuando llevas una vida apoyada y fundamentada en la verdad, tu palabra es creída y tomada con garantía de verdad. Y eso es lo que debes guardar y llevar sellado desde lo más profundo de tu corazón. La verdad por encima de todo y siempre, eso sí, abierto a la Luz que nos viene del Espíritu de Dios que nos alumbra y fortalece para que siempre digamos la verdad y vivamos en la verdad por encima de todo interés personal.