Quizás no te hayas
dado cuenta y pases desapercibido, pero sucede que todo sigue igual en cuanto a
la búsqueda de Jesús. Es evidente que hay algunos que no les importa y son
indiferentes a su Palabra, pero la mayoría le conocen y, al menos, en caso de
apuro, son muchos los que le buscan y acuden a Él para que les alivie y les dé soluciones a sus problemas.
Se le reconoce
como un taumaturgo excepcional y todos esperan de Él ser curados al menor
contacto. Se apiñan a su alrededor y tratan de tocarlo. Muchos han
experimentado su poder y su reconocida magia de la que es acreditado por el
pueblo. Sin embargo, la sensación y la experiencia es que están presente ante
alguien bien distinto. Alguien que cautiva con sus palabras y da coherencia a
las mismas con su vida y sus obras. Alguien que está por encima de un ser humano
común, Alguien que basta su cercanía para que caigamos en la cuenta de que
quien está tocando la precariedad humana es más que un curandero. Es Dios mismo
quien merodea por entre nuestros dolores, se sitúa junto a ellos y se enfrenta a
su oscuridad (tomado del Evangelio Diario en la compañía de Jesús – comentarios
de Francisco José Ruiz, SJ).
Sin embargo ante esta experiencia o conocimiento son muchos los que no responden y otros los que se muestran indiferentes. La parábola del sembrador nos retrata a todos y son pocos los que abren sus entrañas para que su corazón, abonado por la Gracia de Dios, acoja esa tierra buena que dé frutos. Sin embargo, siempre que hay camino hay esperanza a salir de la oscuridad en la que te envuelve el mundo y descubrir la luz y el sentido bueno de la vida que viene de lo alto y te llena de esperanza y del gozo eterno.