jueves, 4 de abril de 2024

TAMBIÉN YO, SEÑOR, TE PIDO EL DON DE LA FE

No es cosa fácil creer, ni tampoco está en nuestras manos el don de la fe. Se hace necesario pedirla porque la fe es un don, pero un don de Dios. Es Él quien la da a quienes estamos en actitud de creer y pedirla. Por eso, también yo, Señor, te pido la fe a pesar de mi renuencia a confiar en Ti y a dejarme empapar por la alegría de sabernos salvados por tu Amor Misericordioso.

Se nos hace difícil, muy difícil reemprender la vida desde una confianza con tales proporciones. Digamos que esa es la dificultad principal. ¿Cómo vivir en la dificultad y seducciones de este mundo confiando en un camino de cruz y martirio? ¿Cómo vivir pensando que Dios está lejos y no confiar en que camina junto a nosotros? ¿Qué realmente pensamos y creemos nosotros? Porque, según sea nuestra confianza y fe en el Señor, así será nuestra manera, disponibilidad y actos de nuestra vida respecto a Él.

Observemos que a los apóstoles, que tenían una gran vivencia y testimonio de Jesús les costó mucho darse cuenta de que era el Mesías prometido, el Hijo de Dios Vivo. A nosotros, que nos apoyamos en el testimonio de los apóstoles, ¿no nos va a costar mucho también? Necesitamos la fuerza, la luz y la acción del Espíritu Santo, que recibimos en nuestro bautismo, para descansar nuestras dudas, debilidades e inseguridades en la Gracia y Amor Misericordioso del Señor.

No perdamos nunca la confianza, la cercanía y la fe en Jesús, nuestro Señor.