miércoles, 17 de abril de 2019

LEJOS DEL SEÑOR QUEDAMOS EN MANOS DEL DEMONIO

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Mt 26,14-25

Cuando nos vamos alejando del Señor, y eso significa que vamos dejando las prácticas religiosas y los ambientes comunitarios o de grupos e insertándonos en la agenda mundana de los círculos sociales y de trajín de la vida agitada, activa, social y mundana, nuestra voluntad se debilita y está pronta a ser seducida por los placeres y ofertas del mundo. Entonces, casi sin darnos cuenta el Señor va quedándose lejos de nosotros y nosotros quedándonos a merced del demonio.

Nada es insignificante respecto a permanecer al lado del Señor. La visita de cada día, o semanal; la Eucaristía diaria, con frecuencia o dominical; los grupos o comunidades; compartir y reflexionar; rezo del santo rosario, diario o semanal; oraciones diarias y constante contacto con el Señor. Y, sobre todo, el estar injertado y colaborar en la parroquia. Todas estas prácticas y actividades nos ayudan a sostenernos cerca del Señor y a espantar y hacerle frente a la influencia del demonio.

Nuestro mayor disparate es alejarnos del Señor. Tal y como hizo Judas. Perdemos siempre y nos desubicamos de nuestro principal objetivo: la Vida Eterna. Es, precisamente, ese objetivo el que nos debe siempre alentar y sostener. Y muy importante no perderlo de vista, porque será él el que nos sostenga firme en nuestro peregrinar y nuestra perseverancia.

La vida pierde todo su sentido si el Señor no está presente. ¿A dónde vamos sin Él? ¿Dónde podemos encontrarnos mejor sino con Él? Y, sobre todo, ¿dónde podemos alcanzar nuestro mayor anhelo y deseo, Vivir Eternamente, sino en, con y por Él? Por eso, se hace necesario perseverar y permanecer injertado en Él.

En esta actitud de dolor, no sólo ya por la Pasión y próxima Muerte de Jesús, sino por la forma que llega y se produce, auspiciada por la traición de uno de los suyos, Judas Iscariote, y por la crucifixión en la cruz. Cruz que a partir de ahora será para todos los creyentes signo de salvación eterna. Que todo este dolor y sufrimientos sea signo redentor y que nos ayude a marcar el horizonte de nuestro camino en la esperanza de alcanzar la Resurrección Eterna.