Mt 5,1-12a |
Ser santo no es una cosa de unos días ni, tampoco, de una temporada. Ser santo es cosa de cada día y de toda la vida. Es verdad que pueden haber caidas, tropiezos y desdenes que enturbian tu santidad y ensombrecen tu luz, pero, el esfuerzo y el dolor de contrición te permiten recuperar esa buena intención de, limpio, recuperar ese buen olor a santidad.
Ser santo es una lucha de cada día y permanentemente por la Gracia de Dios. Es un camino sin tregua y con perseverancia. Tenemos idea de que ser santo es algo superior a nuestras fuerzas y aspiraciones. ¡Vamos, que ser santo no es para todo! Sin embargo, nada más lejos de la realidad, tú, y también yo, podemos, y es más, estamos llamados a ser santos. Sin lugar a duda, Dios - nuestro Padre - nos espera.
Porque, ser santo es simplemente ponerse y situarse en cada instante de tu vida en la presencia de Dios. Ahora, es simple, porque Dios te quiere, te invita y es misericordioso. Y, también, no es tan simple, porque tú solo no puedes vencer ni liberar esa cárcel que te encorseta y te aprisiona. Necesita, pues, estar injertado en todo momento de tu vida en Jesús, el Hijo de Dios. En, con y por Él alcanzarás la santidad que, sabiéndolo o no, tú y todos buscamos.
Una ruta que Jesús te propone son las bienaventuranzas, que no tienes que buscar, sino darle respuesta en el camino de tu propia vida.