sábado, 28 de junio de 2025

TODO ESTÁ ESCONDIDO EN EL CORAZÓN

Lc 2, 41-51

No cabe ninguna duda que todo se centra y tiene lugar en tu corazón. Él es tu sala de maquina donde se cocina todo tus sentimientos, tus emociones, tus buenas o malas obras y todo lo que gira al derredor de tu propia vida. En él tiene lugar tanto tus buenos actos como los malos, y de él saldrán lo bueno o lo malo de tu acciones en el camino de tu vida.

María tuvo un corazón limpio. Quiero pensar que nuestro Padre Dios la eligió porque conocía la limpieza y la humildad de su corazón, prudente y tardío al juicio, y paciente al significado de los acontecimientos que se sucedían en su vida. Entiendo que, tras la experiencia de la encarnación, María, aunque muchas cosas no comprendía, tenía esa intuición, y más, una fe firme, confesada en el Magníficat, de la acción de Dios en su vida.

—¿Cómo ves, Pedro, este acontecimiento cuando María y José descubren que Jesús no va con ellos?
—Me sorprende, si lo lees detenidamente, la serenidad de ambos en su búsqueda, pero, sobre todo la pregunta que María hace a su Hijo cuando le encuentra.
—¿Qué encuentras en la pregunta?
—¡Hombre!, algo así como un reproche por haberlos tratados así, con cierta apariencia de indiferencia. ¿No te parece?  
 —Quizás daba por sentado que ellos deberían de sospechar para que había venido Jesús y cual era su misión. Sin embargo, María, también José, no entendieron lo que Jesús les decía.

Es evidente que María, como también José, no entendía muchas cosas del Plan que Dios había pensado para ellos. Era la Madre elegida, y, José, el esposo casto, fiel y justo. Y posiblemente intuían muchas cosas confiados en la presencia de Dios al  vivir los acontecimientos del Nacimiento, la huida a Egipto y, sobre todo, en el Hijo, del que seguramente sabían sus orígenes.

Igual nos sucede a cada uno de nosotros. Somos criaturas de Dios, y, como Padre, ha pensado un plan para cada uno de sus hijos. Nos toca a cada uno descubrirlo. Esa es nuestra misión. Para ello, en la hora de nuestro bautismo recibimos al Espíritu Santo que nos asistirá a descubrir ese plan que Dios tiene para cada uno de sus hijo