Porque nuestro
Padre Dios es Misericordioso y Compasivo todos nosotros, sus hijos, estamos salvados.
Otra cosa es que rechacemos esa salvación y no la queramos. Y lo hacemos cuando
damos la espalda a Dios, nuestro Padre, y nos alejamos de Él e incluso le
negamos.
Al separarnos de nuestro
Padre nuestro corazón se endurece y endurecido le cuesta ser misericordioso y
compasivo. Es verdad que nos compadecemos cuando oímos abusos, tragedias,
guerras y sufrimientos de mucha gente. Pero, también es verdad que de la misma
manera que lo conocemos y vemos en los medios y televisiones, los olvidamos y
pasamos a lo nuestro.
¿Se nos ha
ocurrido pararnos y rezar por todas esas personas que sufren? ¿Se nos ha
ocurrido dolernos y compadecernos y hasta sufrir por todas esas personas que lo
pasan mal? Jesús, nuestra Referencia y Modelo, se compadeció de aquella viuda
que había perdido todo lo que tenía, su hijo. Lo mismo hizo con la viuda del
templo que puso las dos monedas que tenía. Y hace con todos aquellos que abren
su corazón y se dan a los que sufren y necesitan consuelo. Porque,
precisamente, Él está ahí.
Observemos que la
viuda no se da cuenta de que Jesús pasa en ese momento. Quizás ni le conoce.
Sin embargo, Jesús si la ve y sabe de su tragedia. Quedarse viuda y sin hijos
era algo así como quedarse excluida de la sociedad de aquella época. Y Jesús,
que lo sabe, se compadece de aquella viuda. ¿No crees que también se compadece
de todos nosotros, sobre todo en el extremo de nuestra necesidad? Quizás esa
necesidad no sea tanto material sino espiritual. La cuestión es que no nos
damos cuenta como la viuda y a pesar de que Jesús nos llama, nos advierte,
quizás de la manera que tú menos lo esperas, no respondemos a su llamada.
Tendríamos que estar más atentos porque no se trata de gestos o acciones
espectaculares como con aquella viuda de Naín, sino de cosas sencillas que posiblemente
no le damos importancia o no queremos ver.