lunes, 3 de julio de 2023

ES EVIDENTE, NOS FALTA FE

Es la pregunta del millón: ¿Tenemos fe? O, ¿nos falta fe? Sé que Jesús ha Resucitado; sé también de sus milagros y misericordia infinita y, a pesar de eso, mi fe fe es frágil y débil. Es cierto que la duda siempre está presente, cabalga con nosotros, pero, también es cierto que todo lo que me rodea – creación – desde lo más profundo de mi corazón habla y manifiesta la existencia de Dios. Experimento, quieras o no, que dentro de mi corazón palpita la vida, una vida a la que estamos llamados eternamente.

Tomás, del que habla el Evangelio de hoy lunes, experimentó un encuentro profundo cara a cara con el Señor. Un encuentro de los que dejan huella, nada indiferente y abren el corazón a un compromiso de reconocerle como verdadero Hijo de Dios. Su respuesta: «Señor y Dios míos» no deja lugar a duda.  

¿A quién no le gustaría tener ese tipo de encuentro con Jesús? Nos preguntamos, ¿por qué no a nosotros? Es indudable que para nosotros es un misterio pero para Dios no. Posiblemente la basa que nos queda es llenarnos de paciencia y esperar que Jesús, el Señor, nos la dé gratuitamente tal y como Él la ofrece: gratuitamente y sin condiciones.

La cuestión es la insistencia, la perseverancia. Pedirla y pedirla sin desesperar. Porque, un Padre como el Señor, que nos ha creado para hacernos felices eternamente lo más que desea es darnos esa felicidad a la que nos llama eternamente. Pero, no quiere que sea impuesta sino aceptada, descubierta y querida. Tomás es un buen ejemplo y testimonio. La buscaba y se dejó encontrar por el Señor. Eso nos puede ayudar también a nosotros. Nos preguntamos: ¿Busco yo al Señor? ¿Y me dejo encontrar por Él o lo rehúyo?

Sería cuestión de reflexionar y hacernos esas preguntas con el compromiso de darle una buena respuesta. Una respuesta cuya consecuencia sea eso que realmente buscamos, la felicidad eterna.