lunes, 17 de mayo de 2021

EN BUSCA DE LA PAZ DESEADA

 

Felicidad y paz se buscan, pues la una depende de la otra. Nadie tiene felicidad si no tiene paz. Y la paz supone felicidad. Es decir, felicidad sin paz no hay. De modo que, para ser feliz hay que estar en paz. Incluso en medio del dolor y sufrimiento la paz nos fortalece y nos ayuda a soportarlos. Ejemplos tenemos muchos que dejan zanjado esta cuestión.

El saludo de Jesús viene siempre con la paz. Siempre se presenta invitando a la paz y se despide de igual modo. Jesús es la paz y en su presencia no hay lugar para el desasosiego y la intranquilidad. Entre Él y el Padre reina la paz. Por tanto, también nosotros, si estamos en su presencia, nos llenaremos de paz. Y esa paz que tenemos es un signo evidente de que estamos en la presencia de Jesús.

Por todo ello, debemos estar atento a no desesperar ni a atormentarnos, porque, eso delatará en nosotros que no somos consciente de la presencia del Señor. Perder la paz es alejarnos del Señor. Sabemos que nuestro camino por el mundo nos traerá luchas, pero, miremos al Señor y confiemos en sus Palabras: En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: « ¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».