Mc 9, 30-37 |
Poco a poco el
camino se complica y se oscurece. No entendemos lo que pretende Jesús. Mientras
nosotros discutimos y aspiramos a los primeros puestos, a ser más importantes y
alcanzar el éxito, Jesús nos propone otra cosa: «Si
uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos».
Nos deja fuera de
sentido, No entendemos como se puede ser feliz quedándote para el final en el
esfuerzo de servir y amar hasta al que te quiere perjudicar. No entendemos como
hay que aceptar el sufrimiento y como para ser primero hay que ser último. Todo
está muy confuso y nos encontramos en las antípodas con respecto a lo que Jesús
nos dice y enseña.
¿Qué hacer? ¿Cómo actuar?
Indudablemente el camino no es el que el mundo nos propone sino el que está en
las antípodas, tal y como decíamos antes. No se trata, de querer seguir a
Jesús, de controlar nuestro destino, ni de esquivar el sufrimiento o desear
alcanzar el éxito y ser el más importante. Se trata de buscar la gloria
sirviendo, quedándose en último lugar por amor y para bien de los demás. Parece
más un camino de perdedores y vencidos que de ganadores y triunfantes.
Y, por supuesto, esto trae desencantos y desilusiones. Las mismas que sufrieron y por las que pasaron los apóstoles y por las que estamos pasando nosotros. Esto no se termina hasta el final de nuestra vida. Es la cruz que se nos ha prometido y la perseverancia que se no exige. Tener fe y paciencia tal y como la tuvo el Señor con su Padre. En Él puso todas sus esperanzas hasta el último suspiro en la cruz. Tendremos nosotros, auxiliados y fortalecidos en el Espíritu, que hacer lo mismo. Tengamos fe.