sábado, 22 de junio de 2024

TODO EN SU JUSTO LUGAR

Todo depende donde pongas tu mirada. Si la tienes fija en el éxito, el poder, la riqueza o el placer, tu vida se convertirá en una batalla por estar encima de los demás, ser el más fuerte o el de más poder. Confundirás la felicidad con tener poder, riquezas y ser el mejor, y te pasarás la vida preocupado y compitiendo para que nadie te quite tu situación o estatus. Al final vivirás impaciente y en constante preocupación.

Porque, no se puede estar en paz y ser el primero; o buscar la paz por medio del dinero; o servir a dos señores al mismo tiempo. U olvidas el dinero o te sinceras y olvidas tu hipocresía de aparentar que sirves a Dios.  Es evidente que tratar de servir a ambos es contradictorio e imposible. Terminarás por dejar a uno y servir a otro.

Ese es el caso que nos ocupa en el Evangelio de hoy, elegir entre servir a Dios o al dinero. Ejemplos tenemos muchos delante de nuestras propias narices en muchos planos de la sociedad en la que vivimos. Llámese mundo político, económico, empresarial, deportivo y hasta religioso. Sin darnos cuenta ponemos esas nuestras ambiciones por encima de Dios. Y, lo sabemos y lo decimos: Dios es lo primero.

Es evidente que cuando otras ambiciones ocupan gran parte de nuestro corazón, el encuentro personal con nuestro Padre Dios, el Hijo y el Espíritu Santo, es decir, la Trinidad, se debilita, se aleja y llega al extremo de olvidarse. Y no se trata de tachar esas otras ambiciones como malas, sino, simplemente, ponerlas en su justo lugar. De modo que a Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar.