domingo, 29 de mayo de 2022

TAMBIÉN, LA ASCENSIÓN, JUNTO AL PADRE, ES NUESTRA META

(Lc 24,46-53

Si la Iglesia sigue en pie es prueba fidedigna de la presencia en ella del Espíritu Santo. En el Espíritu Santo encontramos y recibimos la fortaleza para, a pesar de las adversidades y obstáculos que nos impiden avanzar, crecer en conversión y proclamar la buena noticia de salvación que Jesús nos ha transmitido y mandado a anunciar. Y, coincide de forma, me atrevo a decir, elegida, con la Ascensión del Señor a los Cielos. Porque, nuestro destino es el Cielo, y el Espíritu de Dios – Espíritu Santo – viene a sostener nuestra mirada en esa Ascensión de Jesús a los cielos para que no olvidemos que esa es nuestra meta.

Igual que Jesús vuelve al Padre, de donde y por Quien había sido enviado a este mundo, también nosotros, creados por el Infinito Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios, tenemos como meta final de nuestro camino mundano, el regreso a nuestros orígenes, nuestro Padre Dios. De Él hemos salido y al Él regresamos.

Y, para eso, Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos anuncia la Buena Noticia de salvación. Una Buena Noticia que se concreta en simplemente amar. Amar a Dios como primicia de nuestra fuente y fuerza, para luego, por su Gracia y Misericordia, amar con ese mismo amor a nuestros prójimos. Por tanto, nuestro camino se dibuja en y por la acción de amar tal y como Jesús nos ha mandado y nos ha señalado con su Vida y Obras. Y hoy, precisamente hoy, se culmina esa Buena Noticia con su propia Ascensión, la misma que todos, siguiendo sus pasos, esperamos seguir.