miércoles, 7 de septiembre de 2022

¿QUÉ BUSCAS, FELICIDAD?

(Lc 6,20-26

Es lo que todos buscamos, ser felices. Pero, ¿qué felicidad buscas? ¿Una felicidad que simplemente te deje contento y con la que te sientas bien, pero no plena? Porque, quizás podemos conformarnos con poca cosa cuando nuestra aspiración debe ser máxima. Y es que estamos invitados y llamados a ser plenamente felices. El Evangelio de hoy nos lo dice claramente: (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque

¿Y sabes que significa bienaventurado? Quiere significar y decir: “Felices”. Felices cuando tengamos un corazón pobre de espíritu, es decir, humilde, generoso, solidario, compasivo, comprensivo, misericordioso, bondadoso, suave y bueno. Dichosos y felices los que padecen hambre y sed de justicia porque llegará el día de que serán saciados. Dichosos los que…

Sí, seremos inmensamente dichosos si, abiertos a la acción del Espíritu Santo, vivimos en el amor misericordioso que Jesús, de parte de su Padre, nos promete, nos enseña y nos señala. Él, con su Vida y sus Obras es el Camino, la Verdad y la Vida. Por el contrario, los que buscan en este mundo esa felicidad, la perderán para siempre. Primero, porque en este mundo no la encontrarán plenamente, y segundo, porque ya han tenido su premio en lo poco, muy poco que aquí, en este mundo, han disfrutado.

 

—Está claro —dijo Manuel. Todo lo que aquí se disfrute de manera egoísta y pensando en ti mismo, lo tendrás que reparar en el otro. El amor que te guardes para ti mismo se volverá contra ti en la otra vida.

No se trata de buscar el hambre y la miseria, sino de compartir esa abundancia y felicidad que tú encuentras aquí con el que no la tiene y carece de ella. Porque, todo nos viene dado gratuitamente de nuestro Padre Dios. Luego, si a ti te sobra, comparte con aquel que le falte; llora con el que sufre…

—Creo que es ese el sentido —agregó Pedro. No es cuestión de sufrir, sino de compartir para evitar que otros sufran. Incluso, hasta el extremos de compartir el sufrimiento. Eso es dar la vida por el otro, tal y como la ha dado Jesús por cada uno de nosotros.