lunes, 12 de julio de 2021

UN CORAZÓN ROTO Y DIVIDIDO

 

Esa es la cuestión y el problema. Nacemos con un corazón que lleva la impronta de la huella de Dios, pero, también manchado y herido por el pecado. Y ese pecado nos debilita, nos confunde y nos divide. Jesús, nos dice en el Evangelio de hoy que Él viene a encender y provocar esa lucha que divide nuestro corazón y que, a través de enfrentarnos al pecado, alcanzar la paz y la unidad de nuestro corazón. Un corazón que, auxiliado y asistido por el Espíritu Santo, se vacíe de pecado y solo reine nuestro Padre Dios.

Nos lo dice muy claro y, a la Luz del Espíritu Santo debemos entenderlo: (Mt 10,34--11,1): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.  El que ama a su padre o a...

Y quienes tratamos cada día de seguir a Jesús experimentamos esa lucha interior al enfrentarnos cada día a la elección de lo que te ofrece el mundo y tus propias pasiones y lo que te ofrece la Palabra de Dios. Experimentamos las divisiones y luchas de aquellos que se oponen a la justicia, a la vida, a la familia y, en definitiva, a vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.

Y es que vivir según la Palabra de Dios nos acarrea dificultades y luchas, porque el mundo persigue otros fines que se esconden en ese pecado que, sometido al demonio, tienta nuestras propias pasiones y carne. Y, de andar despistados y solos, caeremos en la trampa del tentador. Por eso, unamos al Señor e injertados en el Espíritu Santo, recibido en nuestro bautizo, afrontemos esa lucha interior y enfrentemos a ese mundo, demonio y carne que tratan de someternos y alejarnos de nuestro Padre Dios.