No se trata de una
elección a voleo, o al azar, o sin reflexión ni pensada. Se trata de una elección
singular, con nombre y apellidos. Una elección querida, pensada, confiada y
decidida. Pero, eso sí, una elección desde la libertad, nunca impuesta.
Fueron doce los
elegidos para estar con Él y para acompañarle en su misión. A ellos – apóstoles
– fue confiada la Iglesia que hoy continúa en la figura de los obispos. Y uno
fue elegido como cabeza de ese grupo apostólico, Pedro, hoy en continúa
sucesión ininterrumpida, Francisco. Es la Iglesia que continúa la misión de
proclamar y anunciar la Buena Noticia de salvación, el Evangelio.
Pero, no está sola, la Iglesia está dirigida y asistida por el Espíritu Santo y, a pesar de posibles tropiezos, errores o fallos de sus propios miembros, la acción del Espíritu la llevará siempre a cumplir su misión y a encontrar caminos de verdad, justicia y misericordia. No puede fallar porque el Espíritu iluminará y fortalecerá a todos aquellos que se abran a su acción.
Así ha sucedido, a pesar de las dificultades, desde su comienzo con los apóstoles y así sucederá en la actualidad. El Espíritu está presente y en cada uno de los bautizados y, quieras o no, siempre habrá personas abiertas a su acción que, fortalecidas en Él, darán orientación y guía a la Iglesia, porque, la Iglesia eres tú que en la hora de tu bautismo recibiste al Espíritu Santo. El camino será largo y habrá tropiezos y dificultades, pero al final reinará la victoria porque el Espíritu Santo está y vive en la Iglesia.