miércoles, 24 de septiembre de 2025

APOYADOS EN LA MISERICORDIA

Lc 9, 1-8

    La experiencia nos dice que para persuadir, muchas veces, se buscan métodos, artilugios y formas de llamar la atención, incluso recurriendo a la demagogia y a argumentos llenos de fantasías. Pero todo eso no se apoya en la realidad. El objetivo, en tales casos, no es la verdad, sino la seducción y el proselitismo.

   La tertulia discurría por estos derroteros. Se discutía si lo importante era convencer a toda costa, usando cualquier recurso, o ser cauto y verdadero, presentando la realidad tal como es. Unos defendían el convencer “sea como sea”; otros, en cambio, preferían optar por la verdad, sin engaños ni espejismos.

    —¿Y cuál es tu opinión, Manuel? ¿Nos puedes decir algo?
   —En primer lugar —respondió—, diré que lo único y verdaderamente importante es hablar con verdad y justicia. Todo lo demás, aunque al principio parezca dar resultados satisfactorios, será vano. La verdad siempre, tarde o temprano, saldrá a flote.
    —Pero —replicó Pedro—, hay muchos que viven de la mentira.
    —Sí, pero, ¿te has fijado cómo terminan? Eso es lo importante: no el principio, sino el final. Jesús instruye a sus discípulos —Lc 9, 1-6— cuando los envía a proclamar el reino de Dios. No se apoyan en la autoridad dada, ni en bienes materiales, ni en apariencias. Simplemente, su fragilidad habrá de convocar a los que les reciban.
    —Tienes razón —intervino uno de la tertulia—: quienes mal andan, mal acaban. Esa es la lección que nos da la propia experiencia de la vida.
    —Solo de esa manera —continuó Manuel— podrán desplegar la obra de Dios, no como imposición, sino como invitación que suscita una respuesta.
 
    De este modo, los discípulos habrán de ejercitar su confianza en el Señor que los acompaña. Son verdaderamente sus mensajeros, porque no van vestidos de grandezas, sino revestidos de la misericordia de Dios, que por su medio anuncia la buena nueva y cura enfermos y endemoniados.