Tiempo, paciencia
y perseverancia son características imprescindible para que la semilla germina
y dé frutos. Nunca podrás cambiar los acontecimientos de tu vida porque en tu temprana
edad tus pensamientos son diferentes a los que tengas cuando tu mente madure.
Tus reacciones serán a una edad diferentes a otra. De esa consecuencia nace ese
refrán: «si yo tuviera el conocimiento que tengo
ahora mi vida sería diferente».
El plan de tu vida
está en el pensamiento de Dios y nada podrá cambiarla. Ahora, tus decisiones serán
determinantes a pesar de que Dios sepa su resultado. Se te ha dado libertad
para que seas tú quien realmente cultives tu semilla y la proveas de buena
tierra, la abones bien y la riegues con el agua de la Gracia para que tus
frutos sean buenos y estén en la dirección de la Voluntad de Dios.
Posiblemente no te
darás cuenta, los resultados se ven y se entienden al final, pero tu vida ira
desarrollándose según tú vayas trabajando en ella. Pregúntate cómo vives y
examine tu capacidad de amar en el servicio y bien de los demás. Mírate en tu
relación con los más desfavorecidos, los más vulnerables y débiles, y pregúntate
como te relacionas con ellos: ¿los escuchas?; ¿tratas de ayudarles y servirles
para su bien?; ¿te preocupan y deseas ayudarles?
En la medida que tu vida, también la mía, vaya en esa dirección, tu semilla irá también creciendo y madurando hasta dar buenos frutos. Y, casi sin darte cuenta, entenderás que así es el Reino de Dios, un Reino de amor y misericordia donde experimentarás un gozo y felicidad inimaginable y eterno.