No hay cosa que
más grande hace al hombre que su capacidad de amar. Es el amor lo que engrandece
al hombre y es, precisamente, el Amor lo que define a nuestro Señor Jesús. De
tal modo que este mes de junio está dedicado de manera especial al Sagrado
Corazón de Cristo, el Señor.
Y es realmente
sintomático que lo que se destaque del Señor sea su Corazón. Un Corazón afable,
paciente, tierno, bondadoso, manso, benigno y misericordioso. Un Corazón del
que todos recelamos y queremos poseer. Porque, esa es la primera impresión que
recogemos y tomamos de Jesús: su gran capacidad de amar. Y eso es lo que nos
admira y maravilla de Él. De ahí la autoridad de su Palabra y la admiración que
toda su Vida y Obra desprende. Todo en Dios queda reducido a una palabra: «Amor».
«Y nos lo imaginamos como el Corazón que nos muestra su Hijo, nuestro Señor Jesús: inagotable en su compromiso con nosotros, en su paciencia histórica, en su poder de resiliencia y en su empatía final. Imposible imaginar un Amor mayor. Por eso, además de grande, es divino» (comentario de Francisco José Ruiz, SJ).