El pueblo de Israel se había apropiado del SEÑOR. Sólo ellos eran los salvados y, para salvarse, había que pertenecer al pueblo de Israel. Pasa lo mismo ahora. Nos apropiamos de DIOS y excluimos a los demás que no son como nosotros. Pensamos que DIOS es nuestro, y también queremos que haga nuestros propósitos y se olvide del de los demás. Nuestro DIOS está sólo de nuestra parte.
Pero JESÚS, aunque nos hace ver que sólo ha venido a salvar a las ovejas de Israel, termina por escuchar la insistencia de aquella mujer y de atenderla. No podría ser de otra forma. Todos somos sus hijos, creados por ÉL, y a todos nos atiende y salva. "Id por todo el mundo a proclamar la Buena Nueva a toda la creación", le dice a sus apóstoles después de su Resurrección.
Porque el PADRE Creador es PADRE de todos, y a todos quiere por igual. Todas son sus ovejas, y suyo es el redil donde todas descansan. Por lo tanto, ninguna debe perderse y si así ocurriera sale a buscarla para devolverla al redil, fuera de todo peligro. Pero eso depende de nosotros, de nuestra insistencia y perseverancia a pesar de que el silencio del SEÑOR nos parezca que no nos escucha y atiende.
Sólo tú, SEÑOR, nos salva, y sólo a TI podemos
acudir en busca de salvación, pues sólo
TÚ tienes Palabra de vida
eterna. Amén.