Lo que hagas y
debes hacer es simplemente el servicio que tienes que dar. Tu compromiso es
servir al bien de los demás. Y no por ninguna retribución, sino porque es para
lo que has sido creado. Entenderlo de otra manera es contaminar este mundo del
mal que nos invade y estropea la convivencia entre los hombres.
¿Acaso no has
recibido todo lo que realmente eres? ¿De dónde te viene esa inteligencia,
voluntad y capacidad para discernir, descubrir, organizar, buscar, saber dónde
y qué hacer, comprar o vender … etc.? ¿Acaso te lo has labrado tú? ¿No te ha
venido regalado gratuitamente?
¿Piensas que esas
cualidades, que te han dado tanto, las mereces, las has desarrollado tú o
estaban ya implícita en tu ser? Quizás sea esa la pregunta que debemos hacernos
con mucha paciencia para mirarnos serenamente a nosotros mismos. Porque, todo
lo que hagamos en la vida no es meritocracia, sino regalo de Dios. Al final
hacemos lo que debemos hacer: «Amar
misericordiosamente y servir», porque realmente
«somos unos pobres siervos, hemos hecho lo
que teníamos que hacer»
La libertad, con la que hemos sido agraciado, nos da esa oportunidad de hacer lo que debemos hacer y cumplir con la Voluntad de Dios, o, por el contrario, hacer la nuestra. Todo lo recibido: «cualidades y capacidades ha sido para servir al bien de los más necesitados y pobres». Por tanto, nuestro juicio final, cuando partamos de este mundo, será en referencia a nuestro hacer en este mundo según la Voluntad de Dios, o según la nuestra. Todo las cualidades, capacidades y bienes recibido nos han sido dadas precisamente para eso, para amar con misericordia y caridad.