domingo, 11 de agosto de 2024

Y HOY NOS SIGUE SORPRENDIENDO

Hoy seguimos con la misma cantinela: No entendemos, o no queremos entender a Jesús. Los connacionales de su tiempo le conocían, sabían, o mejor, creían saber de sus orígenes y no entendía como les hablaba de ese pan bajado del cielo. Hoy sigue todo igual o peor. La gente no entiende ni nunca podrá entender. Dios es inaccesible e ininteligible  y sólo nos queda creer en Él. La fe es necesaria, pero hay que pedirla, pues es un don de Dios.

Ahora, el fundamento de nuestra fe es la Resurrección. Al menos a mí me basta saber que Jesús, encarnado en naturaleza humana, pasó por este mundo y nos anunció que su Padre nos ama con Infinita Misericordia y nos invita a su Reino para vivir junto a Él eternamente. Murió crucificado en la Cruz en tiempos de Poncio Pilato, y al tercer día Resucitó. Y hoy, a pesar de la incredulidad de muchos, vive entre nosotros.

Él es ese Pan del Cielo del que hoy nos habla el Evangelio. Ese Pan Eucarístico que nos alimenta espiritualmente y nos da Vida Eterna. En Él ponemos toda nuestras esperanzas y de Él recibimos el alimento que nos sostiene, nos vitaliza y nos fortalece para alcanzar Vida Eterna.

Un Pan que se da y se parte para entregarse como alimento a todos. Un Pan que se hace Vida y se manifiesta en nuestra propia vida en la medida que también los que lo reciben, alimentados en Él, también se esfuerzan en darse y entregarse a los demás en servicio y misericordia.  Porque, así como nos ama nuestro Padre Dios, así debemos también amarnos entre nosotros. Esa es la consigna, el primer Mandamiento y el anuncio del Buena Noticia. Es notorio y muy claro que para ello necesitamos la fortaleza, la asistencia y la ayuda del Espíritu Santo. Para eso lo hemos recibido en nuestro bautismo.